lunes, 25 de diciembre de 2006

EL SENDERO DEL AMOR

EL SENDERO *

Dedicado a los que buscan.

PROEMIO

Estas son palabras de guía para recorrer el camino de la restauración. No basta decir que son bellas y verdaderas; aquel que quiera triunfar deberá seguir cuanto ellas prescriben. Un hambriento no se satisface mirando la comida y diciendo que está buena, es preciso que extienda la mano y coma. De igual modo, no basta que conozcas estas palabras, debes digerirlas y encarnarlas.
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  • De lo falso condúceme a lo verdadero.
  • De las tinieblas condúceme a la luz.
  • Del egoísmo condúceme al altruismo.

Cuatro son los requisitos para este sendero:

  1. Discernimiento.
  2. Ausencia de egoísmo.
  3. Recta conducta.
  4. Amor verdadero.

DISCERNIMIENTO

1. El primero de estos requisitos es el discernimiento: por lo cual entendemos, generalmente, la facultad de distinguir entre lo real y lo irreal, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, que nos conducirá a entrar en el Sendero, que es el camino de nuestra restauración.

2. Es esto y mucho más aún; y debe practicarse no sólo al comienzo del Sendero sino a cada paso que en él se diere; cada día, hasta el fin.

3. Entras tú al Sendero porque has aprendido que solamente en él pueden encontrarse aquellas cosas que merecen ser alcanzadas.

4. Los hombres que no saben, trabajan por conquistar riquezas, y poder, pero hay cosas más grandes que esas, cosas que son perdurables; y una vez descubiertas, se extingue el deseo por las otras.

5. Solamente existen dos clases de personas en todo el mundo: los que conocen y los que no conocen; y este conocimiento es lo que importa.

6. La religión que un hombre profese, la raza a que pertenezca, no son cosas importantes: lo único que realmente importa es este conocimiento: el conocimiento de los Principios de Dios para la humanidad. Porque Dios tiene un Plan y un Ideal Original, y ese plan es la Restauración de ese Ideal Original.

7. En cuanto uno comprende este plan y lo conoce realmente, no puede menos que colaborar en él e identificarse con sus designios: tan gloriosos como bellos.

8. Así pues, en virtud de este conocimiento, se hallará de parte de Dios erigiéndose en sustentador del bien y opositor del mal, trabajando por la Restauración y no por el interés propio.

9. Si está de parte de Dios, es uno de los nuestros y nada importa que se llame Hinduista, Budista, Cristiano o Mahometano; que sea Indio o Ingles, Ruso, Español o Chino. Quienes están de Su parte, saben por que están allí y que deberían hacer, y están tratando de hacerlo.

10. Todos los demás ignoran aún lo que deben hacer y, por consiguiente, a menudo actúan neciamente y tratan de inventar procedimientos que creen pueden serles agradables, sin darse cuenta de que todos somos UNA FAMILIA bajo Dios y de que, por lo tanto, solo aquello que Dios quiere, puede en realidad ser placentero para cualquiera.

11. Van ellos en pos de lo irreal y no de lo real; hasta que hayan aprendido a distinguir entre los dos, no podrán inclinarse hacia la voluntad de Dios. Por tanto, este discernimiento es el primer paso.

12. Mas aun después de hecha la elección, debes recordar que de lo real y de lo ilusorio hay muchas variedades y que se debe discernir todavía entre lo recto y lo erróneo; entre lo que tiene importancia y lo que no la tiene; entre lo útil y lo inútil; entre lo verdadero y lo falso; lo egoísta y lo desinteresado.

13. No debería ser difícil la elección entre lo recto y lo erróneo, puesto que aquellos que quieren seguir la voluntad de Dios, han decidido practicar el bien a toda costa.

14. Pero el cuerpo y el hombre son dos cosas diferentes y lo que el hombre quiere no es siempre lo que el cuerpo desea.

15. Cuando tu cuerpo deseare algo, detente y reflexiona si TU realmente lo deseas. Porque TU eres el hijo de Dios y querrás solamente aquello que Dios quiere; pero es preciso que tu busques en la profundidad de tu ser, hasta encontrar en tu mente original y conciencia al Dios en tu interior y escuchar Su voz que es TU voz.

16. No confundas los deseos de tu cuerpo con tu Yo. Cada uno de esos deseos pretenderá ser el yo, a fin de lograr lo que desea, pero tú debes reconocerlos y reconocerte a ti mismo como su dueño.

17. Cuando hay trabajo que debe ser hecho, el cuerpo físico pide reposo, salir de paseo, alimento o bebidas; y el hombre que no tiene el conocimiento se dirá: “Yo quiero hacer estas cosas y debo hacerlas”; pero el que sabe dice: “Este que desea NO SOY YO y es preciso que espere”.

18. A menudo, cuando se presenta una oportunidad de ayudar a alguien, el cuerpo físico dice: “¡Cuanta molestia será para mi; mejor es que lo haga otro!” Pero el hombre replica a su cuerpo: “Tu no me impedirás ejecutar una buena obra”.

19. El cuerpo es una animal a tu servicio, el corcel sobre el que cabalgas. Por consiguiente, debes tratarlo bien y cuidarlo, no debes fatigarlo demasiado; hay que nutrirlo convenientemente, tan solo con alimentos y bebidas puras, manteniéndolo siempre escrupulosamente limpio, libre de la menor mancha de suciedad.

20. Porque sin un cuerpo perfectamente limpio y sano no podrás llevar a cabo el arduo trabajo de la restauración, ni podrás soportar el esfuerzo incesante que ello requiere. Pero tú debes ser siempre quien domine a tu cuerpo y no el cuerpo quien te domine.

21. Los deseos originales mal dirigidos, que crean nuestra naturaleza caída, aparecerán por docenas; querrán que tú montes en cólera; que digas palabras ásperas, que sientas pasiones y amores ilícitos, que sientas celos; que codicies el dinero; que envidies lo que otros tienen; que te dejes abatir por el desaliento.

22. Desearás todas esas cosas y muchas más, pero TU no necesitas ninguna de estas cosas y por tanto debes discernir entre tus verdaderas necesidades y las que surgen de tus deseos mal dirigidos.

23. Desearás considerarte orgullosamente separado de los otros; pensar mucho en ti y poco en el prójimo. Aún cuando te hayas desligado de los intereses mundanos, tratarás todavía de ser egoístamente calculador y de pensar en tu propio progreso en vez de pensar en la voluntad de Dios y en ayudar a los demás.

24. Cuando oras y meditas, tu naturaleza caída tratará de pensar en las mil diversas cosas y no en la cosa única que TU anhelas. No eres tu esa mente; sino que ella esta a tu servicio, y por lo mismo también en esto necesitas discernimiento.

25. Vigila, pues, incesantemente, porque de otro modo fracasarás.

26. La espiritualidad no admite componendas entre lo bueno y lo malo. A toda costa deberás hacer lo que sea correcto, y abstenerte de lo indebido, sin reparar en lo que piense o diga el ignorante.

27. Estudia profundamente los Principios y cuando los hayas conocido adapta a ellos tu vida, empleando siempre la razón y el sentido común.

28. Debes distinguir entre lo importante y lo no importante. Firme como una roca cuando se trate de la rectitud o de la maldad, cede siempre en las cosas que no tengan importancia. Porque habrás de ser siempre afable y bondadoso, razonable y condescendiente; dejando a otros la misma plena libertad que a ti te es necesaria.

29. Procura seleccionar aquello que merezca hacerse y recuerda que no debes juzgar por la magnitud de la cosa. Una minucia que sea directamente útil para la voluntad de Dios, es mucho más digna de hacerse que una obra notoria que el mundo juzgaría buena y grande.

30. Debes distinguir no sólo lo útil de lo inútil, sino también lo más útil de aquello que sea menos útil.

31. Alimentar a los pobres es una obra buena, noble y útil; pero alimentar los espíritus es más noble y más útil que nutrir los cuerpos.

32. Cualquier rico puede alimentar los cuerpos, pero sólo quienes poseen el conocimiento pueden alimentar las almas. Si posees el conocimiento, tu deber es ayudar a otros a obtenerlo.

33. Por muy sabio que ya seas, te queda mucho por aprender en este Sendero, a tal grado, que aquí también necesitas discernimiento para elegir cuidadosamente lo que valga la pena de aprender.

34. Todo conocimiento es útil, y algún día alcanzaras todo el saber; pero mientras poseas solo una parte, procura que esta parte sea la más útil.

35. Dios es Sabiduría a la par que Amor, y cuanto mayor sea tu sabiduría tanta mayor parte de El podrás manifestar. Estudia, pues; pero ante todo, estudia aquello que más te capacite para ayudar a otros.

36. Persevera pacientemente en tus estudios, no con el fin de que los hombres te consideren sabio, y ni aún por la felicidad de ser sabio, sino porque tan sólo el hombre que sabe puede ayudar sabiamente.

37. Por grande que sea tu anhelo de prestar ayuda, si eres ignorante podrías hacer más mal que bien.

38. Deberás distinguir entre la verdad y la falsedad; deberás aprender a ser veraz en todo; en el pensamiento, en la palabra y en la acción.

39. Primeramente en el pensamiento; y esto no es fácil porque en el mundo hay muchos pensamientos falsos, muchas necias supersticiones, y quien se hallare esclavizado por ellas no podrá progresar.

40. Por consiguiente, no debes abrigar una creencia simplemente porque mucha gente piense así; ni porque haya existido por siglos; ni porque este escrita en cualquier libro que los hombres tengan por sagrado; deberás pensar por ti mismo y juzgar por ti mismo si la creencia es cierta y razonable.

41. Recuerda que aunque mil personas estén de acuerdo sobre un asunto, si nada saben acerca de tal asunto, su opinión carece de valor.

42. Quien deseare hollar el Sendero deberá aprender a pensar por si mismo, pues la superstición es uno de los mayores grilletes de los cuales deberás librarte por completo.

43. Debe ser verdadero tu pensamiento respecto de los demás. No pienses de ellos lo que no te conste, ni supongas que ellos te tienen de continuo en sus mentes.

44. Si una persona hiciere alguna cosa que tú creas pueda causarte daño; o dijere algo que creas se refiere a ti; no pienses en seguida: “Este quiere ofenderme”. Muy probable es que no haya pensado en ti, porque cada alma tiene sus propias dificultades, y sus pensamientos giran a menudo en torno de si misma.

45. Si alguna persona te hablare coléricamente, no pienses: “Me odia, trata de perjudicarme”. Probablemente es que cualquiera otra persona o cosa le haya puesto iracundo, y por haberte encontrado, descargue sobre ti su cólera. El está actuando torpemente, por que la ira es tontería, mas no por eso te es lícito pensar erróneamente de él.

46. Cuando llegues a ser un digno hijo de los Verdaderos Padres, podrás siempre verificar la exactitud de tu pensamiento comparándolo con el de ellos.

47. Porque al digno hijo de Dios le basta con examinar lo profundo de su conciencia, para percibir inmediatamente si concuerda con El. Si no está de acuerdo, su pensamiento no es correcto y lo cambiara instantáneamente, porque el pensamiento de Dios es perfecto, pues El lo sabe todo.

48. Aquellos que todavía no han alcanzado este nivel, no pueden hacerlo así por completo; pero mucho podrán ayudarse deteniéndose a menudo y proponiéndose la pregunta: “Acerca de esto, ¿Qué pensará el Padre? En esta circunstancia: ¿Qué haría o que diría el Padre?” Porque jamás deberás hacer, o decir, o pensar, aquello que no puedas imaginar que el Padre haga, diga, o piense.

49. Debes igualmente ser verídico en la conversación, preciso y sin exageración.

50. Nunca atribuyas motivos a otro; sólo Dios conoce sus pensamientos y podría suceder que aquel actúe por razones que jamás hayan pasado por tu mente.

51. Si oyeres palabras de descrédito para alguien, no las repitas; podría no ser cierto y, aunque lo fuese, es más caritativo callar. Reflexiona bien antes de hablar para que no digas inexactitudes.

52. Se sincero en la acción; nunca pretendas aparecer diferente de cómo realmente eres; por que toda simulación o pretensión es un obstáculo para la luz pura de la verdad, que debería resplandecer a través de ti como la luz solar refulge a través de un limpio cristal.

53. Aprende a distinguir entre lo egoísta y lo desinteresado. Porque el egoísmo tiene muchas formas, y cuando crees haberlo destruido por fin en una de ellas, surge en otra, tan fuerte como siempre.

54. Pero gradualmente estarás tan lleno del pensamiento de ayudar a los demás, que no tendrás ya lugar ni tiempo para pensar en ti mismo.

55. Tienes aún que usar el discernimiento en otra forma: aprende a descubrir a Dios en cada uno y en todas las cosas, por malos o malas que puedan aparecer superficialmente.

56. Puedes ayudar a tu hermano mediante aquello que tienes de común con él, que es la Vida Divina. Aprende el modo de despertar aquella vida en él; aprende a hacer un llamamiento a esa vida en él, y de esta suerte salvaras a tu hermano del mal.

AUSENCIA DE EGOISMO

57. Hay muchas personas para quienes la “Ausencia de egoísmo” es una cualidad difícil de adquirir, porque sienten que sus deseos son su ser mismo; que si los deseos que les son peculiares, si sus agrados y desagrados fuesen eliminados, nada de si mismos quedaría.

58. Pero son solamente aquellos que no han sentido la sagrada presencia de Dios, donde todo deseo egoísta se extingue, excepto el de ser uno con El.

59. Sin embargo, antes de tener la alegría de encontrarlo frente a frente, podrás conseguir la ausencia de deseos egoístas si así lo quieres.

60. Te ha mostrado ya el discernimiento que las cosas codiciadas por la mayoría de los hombres, tales como las riquezas y el poder, no son fundamentales, y cuando esto se siente de verdad y no es un simple decir, cesa el deseo de ellas.

61. Hasta aquí todo es sencillo y sólo se requiere que tú comprendas; pero hay algunos que abandonan los objetivos terrenales sólo con el fin de conseguir el Cielo, o de obtener la liberación personal. Tu no debes caer en ese error.

62. Si por completo has olvidado el yo personal, no es posible que te preocupe que clase de cielo obtendrá.

63. Recuerda que TODO deseo egoísta encadena, por elevado que pueda ser su objeto, y mientras no te hayas desprendido de él no estarás enteramente libre para dedicarte a realizar la Voluntad de Dios.

64. Aunque hayas dejado todos los deseos egoístas relativos a la personalidad, podrá todavía quedarte el deseo de percibir el resultado de tu obra.

65. Al prestar ayuda a alguien querrás ver en CUANTO le has ayudado; y aún quizá desearás que él también lo reconozca y quede agradecido. Pero esto todavía es un deseo egoísta y también una falta de confianza.

66. Cuando hagas el esfuerzo por ayudar, siempre debe producirse un resultado, ya sea que puedas percibirlo o no; si conoces el Principio sabes que así debe ser.

67. Por tanto, deberás hacer el bien con un amor incondicional y no sólo con la esperanza de la recompensa; deberás trabajar por amor a los demás, y no sólo con la esperanza de percibir el resultado; deberás dedicarte al servicio del mundo por que realmente lo amas y porque no puedes prescindir de ayudarlo.

68. No desees poderes psíquicos: ya vendrán cuando Dios juzgue que es mejor para ti que los poseas.

69. Muchos sufrimientos derivan a veces del esfuerzo para forzar su prematuro desarrollo; quien así lo posee es a menudo alucinado por engañosos espíritus; o llega e envanecerse y piensa que no puede equivocarse; y en todo caso, el tiempo y la energía que su adquisición requieren, podrían haberse empleado en trabajar por los demás.

70. Tales poderes vendrán en el curso de tu desarrollo, DEBEN, sin duda, venir; si Dios considera que te será útil su posesión anticipada. El te dirá como desarrollarlos sin peligro. Hasta entonces, mejor estas sin ellos.

71. Guárdate asimismo de ciertos pequeños deseos que son comunes en la vida diaria. Nunca desees figurar ni aparecer inteligente.

72. Cuídate de hablar demasiado, a menos de que estés perfectamente seguro de que lo que vas a decir es verdadero, bueno, y útil. Antes de hablar; considera atentamente si lo que vas a decir reúne aquellos tres requisitos; si no los tiene, guarda silencio.

73. Bueno será que te acostumbres desde ahora a pensar cuidadosamente antes de hablar, porque deberás vigilar cada palabra a fin de que no se te escape lo que no debe ser dicho.

74. Gran parte de la conversación usual es frívola e inútil; y si además cayere en la murmuración, se vuelve maligna.

75. Acostúmbrate, pues a escuchar antes que a hablar; no des tus opiniones a la ligera.

76. La prudencia en no emitir juicios prematuros y callarse es una de las virtudes más difíciles.

77. Otro deseo muy común que debes controlar severamente, es el de querer controlar a otros e inmiscuirte en los asuntos de otros.

78. Lo que otra persona haga, diga o crea, es algo que debes respetar, y debes aprender a dejarla completamente a su albedrío.

79. Los demás tienen pleno derecho a la libertad de pensamiento, de palabra y de acción, mientras no perjudiquen o intervengan en asuntos de otro.

80. Tu mismo reclamas el derecho de hacer cuanto creas justo, y debes conceder a otros la misma libertad; y cuando hagan uso de ella no tienes derecho a criticarlos.

81. Si crees que alguien procede mal y puedes hallar la ocasión de hacerle observar en privado, con perfecta dulzura, por que piensas así, es posible que lo convenzas; pero a veces aún esto resultaría una intromisión indebida. Por ningún motivo deberás tampoco ir a murmurar de ello con tercera persona.

82. Si ves tratar con crueldad a un niño o alguien débil o indefenso, es tu deber defenderlos.

83. Si observas que alguien viola las leyes del país, deberás informar a las autoridades.

84. Si se te confía el cargo de educar a una persona, será tu deber hacerle notar con dulzura sus defectos. Exceptuando tales casos, ocúpate de tus propios asuntos y cultiva la virtud del silencio.

RECTA CONDUCTA

85. La recta conducta requiere especialmente de estas reglas:

1. Dominio de si mismo por lo que atañe a la mente.
2. Dominio de si en la acción.
3. Tolerancia.
4. Contentamiento y alegría.
5. Finalidad única.
6. Confianza.

DOMINIO DE SI POR LO QUE ATAÑE A LA MENTE.


86. La ausencia de egoísmo demuestra que los deseos mal dirigidos son dominados. Esto significa control del carácter para no experimentar ni cólera, ni lujuria, ni impaciencia; autocontrol para que tu pensamiento pueda estar siempre calmado y sereno.

87. Y mediante el autocontrol de tus nervios y reacciones para que sean lo menos posible susceptibles de irritación. Esto último es difícil, porque, al recorrer este Sendero, no puedes impedir que se vuelvan más sensitivos, y resentirán agudamente cualquier presión; pero precisas evitarlo lo mejor que puedas.

88. Una mente tranquila y serena implica también el valor que da ánimo para afrontar sin temor las pruebas y dificultades del Sendero; significa, además, la firmeza que permita soportar fácilmente las molestias de la vida cotidiana y evitar la angustia incesante por cosas sin importancia, que absorbe la mayor parte del tiempo de mucha gente.

89. El Principio enseña que no tiene tanta importancia lo que provenga del exterior: Tristezas, dificultades, enfermedades, pérdidas, todas estas cosas han de ser consideradas como desafíos y oportunidades para crecer, y no se permitirá que perturben la paz interior ni la calma de tu mente.

90. Estos males son el resultado de las acciones anteriores de tu vida, del entorno o de la influencia de tus antepasados y, cuando sobrevengan, deberás soportarlos pacientemente, recordando que todo mal es transitorio y que tu deber es permanecer siempre en buen espíritu y sereno. Tales cosas provienen de consecuencias del pasado para que podamos superarlas y restaurarlas.

91. Por eso, piensa más bien en lo que estás haciendo ahora y que cosas si PUEDES alterar, porque de eso sí dependerán los acontecimientos futuros.

92. No cedas jamás a la tristeza ni a la depresión. La depresión es reprobable porque contagia a los demás y les dificulta más su vida, cosa que no tienes el derecho de hacer. Por eso, si alguna vez te invade, deséchala al punto.

93. Aún de otra manera deberás dominar tu pensamiento; no le permitas vagar. Aplica todo tu pensar sobre cualquier cosa que hagas para que resulte perfectamente bien hecha.

94. No permitas ociosidad a tu mente, antes bien, ten siempre en reserva buenos pensamientos para que se presenten tan pronto como aquella quede libre.

95. Emplea diariamente el poder de tu pensamiento en propósitos benéficos; sé una fuerza a favor de la restauración.

96. Piensa cada día en alguien de quien sepas que está afligido, o sufriendo, o necesitado de ayuda; y vuelca sobre él el caudal de tu amoroso pensamiento para que se concrete en acciones.

97. Guárdate del orgullo porque el orgullo procede tan sólo de la ignorancia. El hombre carente de conocimiento se imagina que es grande; que ha llevado a cabo ésta o aquella grande acción.

98. El hombre sabio conoce que sólo Dios es grande y que toda buena obra es inspirada y hecha tan sólo por Dios a través nuestra.

DOMINIO DE SI EN LA ACCION

99. Si tu pensamiento es como debería ser, pocas dificultades tendrás al actuar. Pues no olvides que para ser útil a la humanidad, el pensamiento debe traducirse en obras.

100. Que no haya pereza, sino actividad constante en buenas obras. Pero debes hacer TU PROPIO DEBER y no el de otro, a menos que lo hagas con su permiso y con el deseo sincero de ayudarlo.

101. Deja que cada cual haga su propio trabajo a su propio modo; mantente siempre dispuesto a ofrecer ayuda cuando se necesite; pero NUNCA te entrometas.

102. Para muchas personas, la cosa más difícil del mundo es aprender a ocuparse de sus propios asuntos; empero, esto es precisamente lo que debes hacer.

103. Por el hecho de que intentas emprender una obra más elevada, no te es lícito descuidar tus deberes ordinarios, pues mientras estos no estén cumplidos no quedarás libre para otro servicio.

104. No te impongas nuevos deberes mundanos, pero desempeña a la perfección aquellos que ya tienes contraídos, es decir todos los deberes evidentes y razonables que tú mismo reconozcas, no los deberes imaginarios que otros traten de imponerte.

105. Si has de seguir la voluntad de Dios, es preciso que lleves a cabo el trabajo ordinario mejor que los demás, no peor; porque hasta eso también debe ser hecho en Su nombre.

TOLERANCIA

106. Debes alimentar sentimientos de perfecta tolerancia para todos, y un cordial interés por las creencias religiosas de otros, tanto, como la que sientes por las tuyas propias. Porque su religión, lo mismo que la tuya, sirve de sendero hacia lo Supremo. Y para ayudar a todos, deberás comprenderlas TODAS.

107. Pero a fin de lograr esta perfecta tolerancia, primeramente deberás librarte del fanatismo y de la superstición. Has de saber que no hay ceremonias indispensables; de lo contrario, te creerías superior, en cierto modo, a quienes no las practican.

108. Empero, no hay que condenar a quienes aún se aferran a las ceremonias. Deja que procedan como gusten; sólo que ellos, a su vez, te dejen libre a ti, que conoces la verdad. No deben tratar de hacerte volver a la fuerza a lo que ya has dejado atrás.

109. Sé indulgente en todo y benevolente en todas las cosas.

110. Ahora que tus ojos se han abierto, podrán parecerte absurdas algunas de tus viejas creencias y de tus antiguas ceremonias, y quizás lo sean en realidad. No obstante, si bien tú ya no puedes participar en ellas, respétalas en obsequio de aquellas buenas almas para las cuales son todavía importantes. Ocupan su puesto, tienen su utilidad; son como aquellas dos líneas que de niño te servían para escribir recta y uniformemente, hasta que tu mano aprendiera a hacerlo mucho mejor y más libremente sin ellas. Por un tiempo te fueron necesarias, mas aquel tiempo ya pasó.

111. Un gran instructor escribió una vez: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, comprendía como niño y pensaba como niño; pero al llegar a adulto he desechado las cosas infantiles”.

112. Ahora bien, aquel que haya olvidado su niñez y haya perdido toda simpatía hacia los niños, no es apto para instruirlos o ayudarlos.

113. Por lo tanto, considera a todos con bondad, con dulzura y tolerancia; pero a todos igualmente, sean Confucionistas, Budistas o Hindúes, Judíos, Cristianos o Mahometanos.

CONTENTAMIENTO Y ALEGRIA

114. Soporta tu curso de restauración a través de indemnización, cualquiera que sea, con ánimo alegre, considerando como un honor el sufrimiento que te sobrevenga, porque demostrará que el Cielo te juzga digno de ayuda. Por duro que sea, agradece que no haya sido peor.

115. Recuerda que eres de poca utilidad a la voluntad de Dios, mientras tu indemnización particular no se haya agotado y quedes libre.

116. Al ofrecerte voluntariamente a ir por este camino de indemnización, pediste que tu curso se acelerase de modo que ahora, en poco tiempo expiarás los pecados tuyos y de los antepasados que de lo contrario pudieran haber afectado a muchas generaciones. Mas para obtener mayor provecho, debes soportarlo sin quejas, con alegría y contentamiento.

117. Otro punto más: debes renunciar a todo sentimiento de posesión; el curso de la indemnización podría separarte de las cosas que más estimes, aún de las personas a quienes más ames. También, en este caso, deberás estar contento y pronto a desprenderte de cualquier cosa y de todo.

118. A menudo, Dios necesita transmitir Su fuerza a otros por mediación de Sus hijos y no podrá hacerlo si uno se deja abatir por la depresión. Por tanto, sea el contentamiento una regla de tu vida.

FINALIDAD UNICA

119. El único objetivo que deberás poner ante ti será el de hacer la voluntad de Dios. Nunca debes olvidarlo, sea cual fuere otra obra que pudiera presentarse. De hecho, nada más podrá presentarse, pues todo trabajo útil y desinteresado es obra de Dios y por El debes hacerlo. Y deberás poner toda tu atención en cada parte a medida que lo hagas, para que resulte lo mejor posible.

120. Aquel mismo Instructor escribió también: “Cualquier cosa que hiciereis, hacedla de TODO CORAZON, como para el Señor y no para los hombres”.

121. Piensa en cómo harías una tarea si supieras que los Verdaderos Padres habrían de venir de pronto a examinarla; justamente así debes hacer todo tu trabajo.

122. Quienes más conocen, sabrán mejor todo lo que aquel versículo significa. Y aún hay otro semejante y mucho más antiguo: “Cualquier trabajo que cayere en tus manos, hazlo con toda tu alma”.

123. La finalidad única significa también que nada deberá apartarte, ni por un momento del Sendero en el cual has entrado. Ni las tentaciones, ni los placeres del mundo, ni aún afecto terrestre alguno, deberán jamás desviarte.

124. Porque tú mismo has de llegar a unificarte con el Sendero; a tal punto debe éste ser parte de tu naturaleza, que lo sigas sin necesidad de pensarlo y sin que te sea posible apartarte de él. Tú, como Hijo de Dios, lo has decidido así; separarte del Sendero equivaldría a separarte de ti mismo.

CONFIANZA

125. Es preciso que tengas confianza en Dios; y debes confiar en ti mismo. Si has tenido la oportunidad de conocer a los Verdaderos Padres también tendrás confianza en ellos.

126. Si no los has visto o conocido aún, trata sin embargo de forjarte una idea de ellos y de tener fe en ellos; pues si no, ni aún Ellos podrán ayudarte. Si no hay perfecta confianza no puede producirse el perfecto influjo de amor y de fuerza.

127. Debes tener confianza en ti mismo. ¿Dices que te conoces demasiado bien? Si así lo sientes, de hecho NO TE CONOCES; te es conocida solamente la débil cáscara externa, que con frecuencia ha caído en el fango.

128. Pero Tu, - el verdadero Tu - es la imagen y semejanza de Dios, que es omnipotente, mora en ti y por esta razón nada existe que tú no puedas hacer si quieres lograrlo.

129. Di a ti mismo: “Lo que el hombre ha hecho, el hombre puede hacer. Yo soy un hijo de Dios; puedo hacer tal cosa y me determino y resuelvo hacerla”. Porque tu voluntad deberá ser cual templado acero si hubieres de hollar el Sendero.

VERDADERO AMOR

130. De todas las cualidades requeridas, la más importante es el AMOR, porque si el amor está suficientemente desarrollado en una persona, le obliga a adquirir todas las demás; y todas ellas, sin amor, jamás serían suficientes.

131. Con frecuencia se interpreta al amor místico o religioso como un intenso deseo por la liberación del mal, y por la unión con Dios. Pero tal interpretación da cabida al egoísmo y expresa sólo parte de su significado.

132. No es tanto deseo como VOLUNTAD, resolución, determinación. Para que produzca su resultado, esta resolución deberá compenetrar tu naturaleza entera, de suerte que no quede lugar para cualquier otro sentimiento.

133. Efectivamente, es la Voluntad de ser uno con Dios, de liberar a Dios del cansancio y el sufrimiento que ve en este mundo, para al fin poder actuar con El y como El a causa de tu profundo amor por El.

134. Puesto que Dios es Amor, tú, que anhelas llegar a ser uno con El, debes estar lleno de perfecto desinterés y también de amor.

135. En la vida cotidiana, esto, implica dos cosas: primero, que cuides de no dañar a ningún ser viviente; segundo, que siempre estés pendiente de cualquier oportunidad de prestar ayuda.

136. Primeramente: No dañar en modo alguno. Hay tres pecados que producen enorme daño: (1) la deshonestidad (engaño, mentira, maledicencia); (2) la crueldad en todas sus formas, entre la que se encuentra la LUJURIA (sexualidad sin Dios) como la peor y más sutil de todas; (3) y la superstición, porque son pecados contra el amor. El hombre que deseare llenar su corazón con el amor de Dios deberá estar continuamente en guardia contra estos tres.

137. Observa, por ejemplo lo que hace la murmuración. Comienza con un mal pensamiento, porque es más fácil “ver la paja en el ojo ajeno” y encontrar algo malo en los demás que ver lo bueno. Lo uno o lo otro pueden ser reforzados con el pensamiento y de esta manera podremos ayudar o estorbar el camino de la restauración.

138. Si sólo piensas en el mal que hubiere en otros, estarás haciendo al mismo tiempo tres cosas perniciosas:

139. I. Estás llenando los confines de tu medio ambiente con malos pensamientos en vez de buenos y por tanto estás aumentando la pesadumbre del mundo.

140. II. Si en aquella persona existiere el mal en que piensas, sólo señalarlo y acusarlo sin tomar responsabilidad por cambiarlo, no ayuda para nada, mas bien, estarás fortaleciéndolo y alimentándolo, empeorando la situación en vez de mejorarla. Pero, con frecuencia, el mal no se encuentra allí y solamente lo has imaginado; entonces tu mal pensamiento sirve de influencia a que esa persona sea lo que de ella piensas.

141. III. Llenas tu propia mente de malos pensamientos en vez de buenos y así obstruyes tu propio crecimiento y te conviertes, para los ojos capaces de ver, en un ser repulsivo y lastimoso, en vez de bello y amable.

142. No contento con haber causado todo este mal a si mismo y a su víctima, el murmurador hace cuanto puede por asociar a otros a su daño. Les narra con ardor su maligna historia con la esperanza de que otros la crean, y que se unan a él para acumular malos pensamientos sobre la desgraciada víctima. Y esto se repite día tras día y es hecho no por una sola persona sino por millones. ¿Comienzas ahora a comprender cuán bajo, cuán terrible es este pecado? Debes evitarlo por completo.

143. Nunca hables mal de nadie y rehúsa escuchar a quien se expresa mal de otro haciéndole observar con dulzura: “Quizá no sea verdad y si lo fuese, es más caritativo no hablar de ello”. Además atacar a la persona en si, en lugar del mal en dicha persona, es una señal de debilidad e inmadurez, denota una falta o deficiencia en nuestro corazón paternal. “Si pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, encontraríamos en cada uno de ellos una vida de dolor y sufrimiento tan grande que desarmaría toda nuestra hostilidad”. Tenemos que luchar, confrontar y oponernos al mal sin vacilación, pero siempre y sin excepción, debemos respetar y amar incondicionalmente a la persona que comete esos actos malos. Debemos aborrecer los vicios, y no a las personas. Odiar el pecado, pero amar al pecador. Con tal actitud y corazón es como podremos cumplir el mandamiento de "amar a los enemigos".

144. Por lo que respecta a la crueldad, la hay de dos especies: intencional e involuntaria. La crueldad intencional consiste en hacer sufrir deliberadamente a otro ser viviente; es obra más bien de un demonio que de una criatura humana. Tal vez dirás que ningún hombre sería capaz de tanto, pero los hombres lo han hecho a menudo y todavía lo hacen diariamente.

145. Lo hicieron los inquisidores; lo hicieron incluso muchas personas religiosas en el nombre de Dios y de su religión. Todas esas personas tratan de excusar su brutalidad diciendo que tal es la costumbre; pero un daño no deja de ser un daño porque muchos lo cometan.

146. El Principio no toma en consideración la costumbre, y las consecuencias de la crueldad no se eliminan tan fácilmente, y no puede haber excusa respecto de tales costumbres, porque el deber de no hacer sufrir es bien conocido de todos.

147. La suerte, reservada al cruel debe caer también sobre aquellos que intencionalmente se dedican a dañar la naturaleza y destruir el medio ambiente.

148. Pero existe también una crueldad en el lenguaje, tanto como en la acción; y el que dice una palabra con el intento de herir a otro es culpable del mismo delito. Esto tampoco lo harás tú, pero a veces una palabra descuidada daña tanto como una maligna.

149. Por tanto, debes estar en guardia contra la crueldad involuntaria. Esta deriva, frecuentemente, de una falta de reflexión.

150. Podrá uno estar tan lleno de egoísmo, que ni se le ocurra pensar en los sufrimientos que ocasiona a los demás pagándoles demasiado poco o dejando que pasen hambre su mujer y sus hijos.

151. Otro pensará solamente en satisfacer su propia lujuria (sexualidad sin Dios) sin importarle el número de almas y cuerpos que arruina al satisfacerla.

152. Por evitarse algunos minutos de molestia, otros descuidan el pago oportuno a sus operarios, sin pensar en las dificultades que eso les acarrea. Son muchos los sufrimientos causados precisamente por descuido, por el olvido de pensar en cómo una acción afectará a los demás.

153. Pero las consecuencias de esos actos continúan y no toman en cuenta el hecho de que las personas los olviden. Si quieres entrar en el Sendero, debes reflexionar seriamente en las consecuencias de aquello que haces, para no ser culpable de crueldad inconsciente.

154. La superstición es otro poderoso obstáculo y ha sido causa de muchas crueldades. El hombre que es esclavo de ella desprecia a otros que son más sabios y trata de forzarlos a que procedan como él.

155. Piensa por ejemplo en la horrible costumbre de la mutilación de los genitales hecha a las mujeres en algunos países.

156. Piensa en el trato desigual e injusto, producto de la superstición, que se impone a las llamadas “castas inferiores” en algunos países, y cómo esa costumbre puede alimentar el desprecio aún en aquellos que conocen el deber de la Fraternidad.

157. Muchos crímenes han cometido los hombres en nombre del Dios de Amor, movidos por esta pesadilla de la superstición; sé, pues, muy cauto para que de ella no quede en ti ni el menor vestigio.

158. Debes evitar estos tres pecados, pues son fatales a todo progreso, porque son pecados contra el Amor. Pero no solamente debes abstenerte así del mal; también deberás ser activo en obrar bien.

159. A tal punto habrás de estar lleno del intenso deseo de ser servicial, que continuamente aproveches la ocasión de ser útil a todo aquello que te rodea, no solamente a las personas sino también a los animales, las plantas y la naturaleza.

160. Es preciso servir en las pequeñas circunstancias de la vida diaria para adquirir el hábito y no dejar escapar, cuando se presenten, las oportunidades especiales de hacer alguna cosa grande.

161. Porque si tú anhelas ser UNO con Dios, no sea en consideración a tu provecho, sino para que logres convertirte en un canal por donde pueda fluir Su Amor hasta llegar a tus semejantes.

162. Quien ya se halla en el Sendero, no existe para si mismo sino para los otros; se ha olvidado de si para poder servirles; es como una pluma en la mano de Dios, a través de la cual pueda fluir el pensamiento Divino y encontrar, aquí en la tierra, una expresión que sin tal intermedio no podría tener. Pero al mismo tiempo es un viviente penacho de fuego, irradiando el divino Amor que inunda su corazón sobre el mundo.

163. La sabiduría que capacita para ayudar; la voluntad que dirige a la sabiduría; el amor que inspira a la voluntad; he ahí las cualidades por adquirir.

164. Voluntad, Sabiduría y Amor, son los tres aspectos de Dios y de vosotros, quienes deseáis enrolaros a Su servicio, y que debéis manifestar al mundo.
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Quien la palabra de Dios anhele,
de Sus mandatos póngase en escucha;
y entre el fragor de la terrena lucha,
la escondida Luz, atento cele.

Sobre el inquieto y mundanal gentío,
de Dios atisbe la señal mas leve;
y oiga el susurro que Su voz eleve
del mundo en el rugiente griterío.

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LA GRAN INVOCACIÓN

Desde el punto de Luz en la Mente de Dios
Que afluya luz a las mentes de los hombres.
Que la Luz descienda a la Tierra.

Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios
Que afluya amor a los corazones de los hombres.
Que Cristo retorne a la Tierra.

Desde el centro donde la Voluntad de Dios es conocida
Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres
El propósito que los Maestros conocen y sirven.

Desde el centro que llamamos la raza de los hombres
Que se realice el Plan de Amor y de Luz
Y selle la puerta donde se halla el mal.

Que la Luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan en la Tierra.

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(*) Esta es una adaptación del clásico "A los pies del Maestro"